Sigo siendo un coche que está en camino. Allí veo unas señales que me van indicando la dirección: unas son cuadradas, otras redondas y otras triangulares. Uno me dice que tenga cuidado, porque puedo deslizarse, otro prohíbe pasar por una calle. Las señales son, básicamente, de tres clases: las que prohíben, las que aconsejan y las que señalan el camino. Pero todos nos ayudan, ninguno se ha hecho para perjudicar.
En la escuela ocurre lo mismo. La prohibición de hablar nos ayuda a saber escuchar y estar atentos a las explicaciones de quienes enseñan. Otras veces el profesor nos dice lo que es necesario hacer. Por último, hay rótulos que indican dónde están las clases, el comedor, la biblioteca...
Todo es para mi bien, aunque no me guste o me cueste. Cuando estoy enfermo, ¿verdad que me dan medicinas que no me gustan? Pero me son necesarias para curarme. Y también agradezco a mis maestros las prohibiciones y consejos.