Hablemos del silencio

¡Hola, soy el silencio! ¿Te parece raro que, siendo el silencio, sea capaz de hablar? Pero he pedido la voz a mi hermana la palabra. Si fuera yo el que hablara deberíamos dejar la hoja en blanco, pero es que tengo que decirte algo. Por ejemplo: ¿te imaginas una clase donde todo el mundo hablara a la vez? Sería un problema, porque ¿quién sería capaz de escuchar lo que dice el profesor o la profesora? Y aunque tuviera interés ¿cómo nos entenderíamos?

El mundo está lleno de ruidos. Por la calle todo son estridencias, bocinas de coche y motos y gente que va y viene hablando. A mí, el silencio, me hacen poco caso, casi nadie me quiere. Pero soy muy importante. ¿Te imaginas dormir junto a una máquina que hace ruido? Yo formo parte de la música suave, y del aire y del paisaje. Y estoy en el corazón. Sólo te pido que te acuerdes un poco de mí y que me hables. ¿Sabes cómo hablar conmigo? Callando.

Para que lo sepas, Dios es silencio como yo y cuando vas a la capilla, si quieres hablar con Dios, debes estar en silencio. Recuerda bien: para hablar con las personas necesitas las palabras, para hablar con Dios, necesitas el silencio. Además, quien habla puede equivocarse, pero quien hace silencio no erra nunca.