Érase una vez una selva donde los animales querían aprender. Se pusieron de acuerdo y construyeron una escuela. Llegó el día de empezar el curso.
En la clase de al lado, un gorila, aburrido, se entretenía mirando su entorno. Había un alumno nuevo, el elefante. ¡Qué gordo eres! —pensó el gorila—. Luego le miró las patas y empezó a reír. —¿Cómo lo hará para escribir con estas patas? Seguro que no sabe ni poner la "a" —pensaba. Llegó el profesor y lo primero que ordenó fue que escribieran cada uno su nombre en el cuaderno. El gorila no perdía de vista al elefante, pero éste, sintiéndose observado, cogió el lápiz con la trompa y se puso a escribir correctamente. Cuando el profesor corrigió los cuadernos, felicitó públicamente al elefante porque había hecho la letra más bonita.
El gorila pensó: ¡nunca más me burlaré de nadie!