Acabo de salir de clase, son las cinco de la tarde. Vivo en una ciudad pequeña y tranquila, pero hoy hay una música especial por la calle.
Es el desfile de un circo. Voy corriendo a verlo: delante va un elefante pequeño haciendo gracias con la trompa, le siguen los payasos sonrientes y haciendo jeringuilla. Unos músicos llenan el aire de canciones con sus instrumentos.
Yo salía triste del Colegio, pero ahora estoy contento y los pies, casi sin darme cuenta, siguen el ritmo de la música. Termina el desfile y me voy a casa. Por el camino pienso: ¡qué bonito sería el mundo si todos estuviéramos más contentos! Viendo el rostro de los payasos he sentido alegría; si los demás vieran mi cara, ¿se pondrían también contentos? En casa, en la escuela, ¿soy una persona alegre que contagia esta alegría a los demás? Porque la alegría se contagia con la sonrisa, no hay ninguna fórmula especial. Es como un río que va del corazón a la boca ya los ojos y nos hace felices.
¿Qué puedo hacer yo para que todo el mundo sea más feliz?