Los animalitos a veces son un ejemplo para nosotros. Os contaré hoy una historia real, que pasó hace tiempo en un pueblecito de montaña. Había un campesino que tenía muchos años y pocos vecinos. Era soltero y vivía solo. ¿Sólo? No, con él vivía un perro llamado “Leal”. Era su más fiel compañero; con él hablaba y pasaban juntos, junto al fuego, las largas y frías noches de invierno.
Mientras el campesino cultivaba sus campos, el perro velaba el rebaño. Un día y otro, un año y otro año.
Pasó el tiempo y el campesino murió. Los vecinos lo enterraron y cada uno se volvió a casa sin preocuparse de nada más, hasta que uno preguntó por el perro. ¿Dónde estará? ¿Qué habrá sido de él? Un día de primavera acudieron al cementerio para sacar las hierbas y encontraron el cadáver del perro junto a la tumba de su amo. Había sido fiel hasta el final.
En el evangelio de san Lucas también salen unos perros que eran más cariñosos que la propia gente. Lo cuenta el evangelista en la historia del pobre Lázaro y el río Epulón. Mientras el rico comía y bebía sin dar nada al pobre Lázaro, los perros intentaban ayudarle como sabían. Escuche lo que dice el evangelio.