Samuel era un niño normal, como tú y como yo. Vivía junto al templo, con su maestro Elí. Una noche, cuando Elí dormía, Samuel oyó una ve que le llamaba. Se levantó inmediatamente y dijo: "Estoy aquí". Entonces fue a ver al maestro a decirle: “He oído que me llamábais, por eso he venido”. Pero el maestro le respondió que él no le había llamado. Después de un rato se repitió lo mismo y Samuel volvió a donde estaba el maestro. Éste le volvió a decir que él no le había llamado pero que si volvía a oír la voz dijera: “Estoy aquí, Señor, hable que os escucho”. Y así ocurrió. Quien llamaba a Samuel no era su maestro, sino Dios, pero él no lo sabía.
Hay muchos niños y niñas a los que les cuesta ponerse a disposición de quienes les llama y se hacen los desentendidos por no hacer lo que les piden. Quizá no nos damos cuenta de que es Dios quien nos llama a través de los padres, maestros o tutores y nos pide simplemente que hagamos lo que debemos hacer, pero bien hecho y con ilusión y ganas. Como es debido.