Un amigo que da la vida

Sebastià Llorens i Telarroja
(Tordera, Barcelona, 1909), antiguo alumno del colegio Santa María de Blanes (la Selva). Murió el 30 de julio de 1936 acompañando al padre Jaume Puig.

Sebastià Llorens nació en el seno de una familia campesina. Desde los 5 años fue alumno del colegio Santa María de Blanes. A los 12 años hizo la comunión solemne y salió del colegio porque tenía que ayudar a sus padres, pero continuó asistiendo a clases nocturnas. El padre Jaume Puig le enseñaba matemáticas y era su gran amigo. Era un joven responsable, estudioso, trabajador y muy piadoso. Nunca faltaba a la misa del domingo y pasaba largos ratos de oración ante el Santísimo. También amaba con una tierna devoción a la Virgen María y la visitaba a menudo en el santuario del Vilar. Entre los jóvenes de Blanes y de los alrededores, era un apóstol del amor a María, y organizaba vigilias de oración y jornadas de reflexión.

Se había hecho un proyecto de vida exigente, que compartía con su novia. Se conserva una carta, dirigida a ella, del 20 de julio de 1936, donde le dice: "El matrimonio debe basarse en un amor que dure eternamente, no como algo pasajero, fruto de una causa sin estabilidad, sino que no se nos escape y dure para siempre."

Una noche, a finales de julio de 1936, junto con el padre Jaume Puig, el sacerdote Masllorens y los masoveros de una masía vecina, decidieron esconder la imagen de la Virgen del Vilar, patrona de Blanes, en su casa. Con este acto se jugaban la vida, porque los milicianos ya habían decidido profanarla. Con los ojos brillantes de emoción, emprendieron el traslado. Era una noche de verano oscura como la boca de lobo. El sacerdote Masllorens recordó más tarde un detalle inaudito: "A nuestro paso por las masías cercanas no se oyó ni un ladrido de perro que nos delatara."

En la salida del pueblo, el día 30 de julio, unas descargas de fusil alcanzaron mortalmente al padre Jaume Puig. Sebastià, el amigo fiel que no quiso dejarlo solo, lo abrazó fuertemente. Se escucharon más disparos y unas voces airadas que gritaban: "¡Por burro!" Su cuerpo tenía seis o siete impactos de bala y el cráneo abierto a golpes de culata. La tradición del Vilar, que decía que la Virgen premiaba con el cielo a aquel que salvase su imagen, se cumplió en el joven Sebastià. En efecto, ya lo habían advertido del peligro de muerte que corría, pero él había dicho con decisión: "Si muero, lo haré con gusto para salvar la imagen de la Virgen del Vilar."