Importa más la vida que las ideas

Un hombre no creyente dialogaba con uno que acababa de convertirse a Cristo:

—Entonces, ¿te has convertido a Cristo?

—Sí.

—En ese caso, debes saber muchas cosas sobre su vida. A ver, ¿en qué país nació?

—No lo sé.

—¿A qué edad murió?

—Tampoco lo sé.

—Al menos sabrás cuántos sermones pronunció...

—Pues, bien mirado... no lo sé.

—Veo que sabes muy pocas cosas de Cristo, tu conversión no me convence.

—¡Tienes toda la razón! Yo mismo estoy avergonzado de no saber más cosas. Pero tengo esta seguridad: hace tres años yo era un borracho, estaba endeudado hasta el cuello, tenía la familia deshecha... Mi esposa y mis hijos temblaban de miedo cuando yo llegaba a casa. Ahora he dejado de beber, no tenemos deudas, mi hogar es un oasis de paz, mis hijos esperan ansiosos mi regreso...
¡Todo esto es lo que Cristo ha hecho por mí! ¡Solo eso es lo que conozco de él!