El prisionero número 16.670

Era uno de los primeros días de agosto de 1941. En una explanada, ochocientos hombres estaban formados sin haber comido ni bebido en todo el día. Estos hombres constituían el bloque 14 del campo de concentración de Auschwitz, el más siniestro de todos los creados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

El jefe del campo, a quien los presos apodaban "Cara de Perro" por su aspecto cruel, se dirigió a los prisioneros para decirles que el día anterior un preso del bloque 14 había escapado. No habían podido capturarlo y, como represalia, ejecutarían a diez.

Los seleccionados fueron retirados de la formación. Uno de ellos fue el sargento polaco Franciszek Gajowniczek. En medio del silencio, este hombre se puso a llorar mientras pronunciaba uno a uno los nombres de sus hijos.

Entonces salió de la formación un prisionero que llevaba marcado el número 16.670, y dijo: —Quiero morir en lugar de este hombre. Soy sacerdote católico. Estoy solo, y este hombre tiene esposa e hijos.

Era Maximiliano Kolbe, un franciscano polaco. Lo llevaron, junto a otros nueve, a los "búnkeres" de la muerte. Los que ingresaban allí eran abandonados, sin comida ni bebida, hasta morir. El día 14 de agosto aún quedaban vivos cuatro prisioneros. Uno de ellos era Maximiliano Kolbe. Necesitaban las celdas para otros y les inyectaron veneno.

El papa Juan Pablo II lo declaró santo el 10 de octubre de 1982 con el título de "Mártir del amor". En la plaza de San Pedro, en Roma, estuvo presente, con ochenta y un años, el sargento polaco a quien Kolbe había salvado la vida.