María es el espejo de Dios

Un espejo plano siempre refleja con fidelidad lo que tiene delante. María es un espejo de Dios de una lisura inmaculada. Algunos también piensan que Jesús, de cierta manera, fue un espejo de María. ¿Por qué? Porque todos los vecinos y conocidos decían:

—Fíjate en Jesús, mira cómo se parece a María: tiene los mismos ojos... ¿Y su mirada, no es como la de María? ¡Sí, es la de María! ¿Y qué me dices de su porte y de su carácter?... Mirad, son los mismos de su madre.

Y cuando Jesús se hizo mayor, la gente seguía diciendo:

—¡Mira por dónde! ¡Jesús se comporta como María! ¡Mira si es educado y afectuoso! Si le pides un favor, nunca dice que no; es más, si adivina que necesitas algo, él se adelanta para ayudar. ¡Siempre está en todo! Se puede decir que el uno por la otra y la otra por el uno: ¡Jesús se parece tanto a María y María se parece tanto a Jesús!...

Todo esto es lo que decía la gente.

Junto con José, su esposo, María educó a su hijo Jesús, que creció, avanzó en entendimiento y tenía el favor de Dios y de los hombres. Pero Jesús, como era Dios, enseñó a sus padres la bondad, el amor, el perdón, la alegría, la paz, la sencillez... Enseñó a su Madre a ser espejo de Dios.

Así, si alguien quiere saber cómo es Dios, debe fijarse en el espejo que es María.