Libertad y responsabilidad

Ese pájaro estaba triste. Dejó de cantar. Picoteaba constantemente los barrotes de la jaula dorada. Me dio pena. ¿Qué podría querer? ¿Quizás la libertad? Pero tuve miedo. Tal vez, si lo libero, no encontrará comida y quién sabe si morirá de debilidad. Pero me daba pena verlo tan nervioso. Por eso me aventuré. Era una mañana radiante de luz y la naturaleza saltaba de felicidad. Abrí la ventana y lo dejé libre. Pronto lo perdí de vista.

Por la tarde estaba estudiando en mi habitación. Escuché unos ruidos secos que me distraían. Era el pájaro que había regresado. Con el pico picoteaba los cristales de la ventana. Abrí rápidamente. El pájaro entró con cierta timidez y se metió otra vez en la jaula. Allí tenía comida y agua. Después de saciar el hambre y la sed, me dedicó un canto nuevo que me pareció lleno de melancolía. Había renunciado a su libertad.

Esta anécdota me hizo pensar...

Muchos fines de semana y días de vacaciones son para mí una jaula abierta. Me veo libre de horarios, de controles de casa y de la escuela, de puntualidad, de reglamentos y normas... Tengo ante mí un horizonte de libertad, posiblemente lleno de sorpresas. ¡Ojalá no tenga que volver a la jaula por haber hecho un mal uso de esa libertad o por haber caído en peligros imprevistos!...