Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó junto al lago. Se reunió tanta gente en torno a él, que tuvo que subir a una barca y se sentó. La gente se quedó junto al agua. Él les habló largamente en parábolas. Decía: —Un sembrador salió a sembrar. Sembrando, una parte de las semillas cayó a raíz del camino; vinieron los pájaros y se las comieron. Otras semillas cayeron en un terreno rocoso, donde había poca tierra, y enseguida germinaron, ya que la tierra tenía poco grosor; pero, cuando salió el sol, recremó las plantas, y se secaron, porque no tenían raíces. Otras semillas cayeron en medio de los cardos; los cardos crecieron y las ahogaron. Pero una parte de las semillas cayó en tierra buena y dio fruto: unas semillas dieron el ciento, otras el sesenta, otras el treinta por uno. Quien tenga orejas, que escuche. (Mt 13, 1-9).