La familia, nido de amor

Bendita sea mi familia, que colaboró con Dios a darme la vida, que me dio más amor de lo que me merecía, que me enseñó a amar, ya decir que sí, ya reír, y me encomendó la libertad.

Quiero a mi familia, que no se desdijo ni avergonzó de mí; me aceptó tal y como era y me exigió mucho, pero siempre con respeto.

En el seno de la familia aprendí a compartir los bienes —más bien escasos—, las penas y alegrías —no tan escasas—, y todo me resultaba más fácil y agradable. Añoro a mi familia, donde saboreé el pan recién hecho y el agua fresca, y los dulces caseros y las frutas de primera cosecha, y el primer vaso de vino, y las caricias en las que cabían todos los gustos.

Bendigo a mi familia, sacramento del amor, fuente de vida, imagen de la Trinidad, cátedra de humanismo, refugio acogedor, arco que proyecta hijos hacia el futuro.

¡Ah! la familia me dio la fe, me enseñó a rezar y abrió ante mí horizontes infinitos.

Gracias, Señor, por mi familia.

MANUEL SÁNCHEZ MONGE