Un grupo de niños y niñas estaban de excursión. Eran felices y hacían mucho ruido, cuando, desde lejos, venía un niño de unos ocho años llevando a cuestas a uno más pequeño. Su rostro era expresivo, no ocultaba ni una pizca de cansancio, a pesar del esfuerzo que tenía que hacer debido a la dificultad del camino y al peso del niño.
Queriendo darle ánimo y animarlo, le dije cariñosamente:
—¡Eres muy valiente! ¿Pesa mucho?
Y él, con una expresión indescriptible y encogiéndose de hombros, respondió:
—No me pesa en absoluto, es mi hermano.
Agarró con más fuerza al pequeño, quien sonrió satisfecho y me saludó con la mano extendida, luego se deslizó y el hermanito saltó graciosamente sobre sus hombros.
ALFONSO FRANCIA