Escondido entre montañas, había un pueblo. En el zapatero pasó algo grande. Mientras rezaba, recibió una buena noticia de parte de un mensajero misterioso:
—Joan, tu vida agrada a Dios. Te anuncio que hoy mismo el Señor Jesús te visitará.
El zapatero, lleno de alegría, comenzó a barrer y ordenar la tienda. De repente, entró una mujer de mala fama. El zapatero entabló una conversación con ella, pero pensaba:
—Ay, Dios mío, si Jesús llega en este momento y me encuentra hablando con esta mujer.
A pesar de todo, el zapatero no forzó a la mujer a irse. Finalmente, se quedó solo y continuó trabajando. Su mente no dejaba de rumiar:
—¿Cómo debe ser Jesús?
Mientras barría, no se dio cuenta de que habían entrado unos nuevos visitantes: una mujer pobre con su esposo.
—¡Buenos días, Joan!
—¡Ay, qué susto! Veo que traes al niño. Está delgado. Venga, chico, ¡toma una manzana!
Ese día, el niño y su madre salieron de la tienda con un par de zapatos nuevos. Mientras ambos, necesitados de ayuda pero sobre todo de amor, se alejaban, el zapatero volvía a soñar con la visita...
Pero la visita de Cristo no parecía posible, porque la puerta hizo un chirrido y entró un hombre más lleno de vino que de juicio.
—¿No tienes un vaso de aguardiente, hermano? Hace tantos días que solo bebo agua... ¡ardiente!
Y estalló en risas.
—¡Ven, siéntate! Solo tengo una jarra de agua fresca y el almuerzo, que te invito a compartir.
El zapatero almorzó con el borracho y charlaron animadamente. El borracho salió de esa casa con ganas de tomarse la vida más en serio. Pasaron las horas y se hizo tarde. Cristo aún no llegaba. El zapatero comenzó su oración vespertina y se quejó con mucho pesar:
—Señor, ¿por qué no has venido?
Entonces escuchó una voz profunda en su interior que lo llenó de paz:
—Joan, yo te he visitado cada vez que alguien ha llamado a tu puerta. Os lo aseguro; todo lo que hacíais a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hacíais (Mt 25, 40). LA VISITA INESPERADA (AUDIOVISUAL). EDITORIAL CLARET.