Señor, dame silencio

Señor, dame un silencio poderoso y difícil; llévame al lugar donde no se escuche nada. Me duele el cuerpo por tanto ruido, por tantos llantos... Oh, si me dejaras ir hacia el silencio, a algún pueblecito —mejor en la montaña—, donde ni siquiera se escuche el aire, o el saltar del agua y quizás el de alguna hormiga...

Si me dejaras...

¡Dame silencio, Señor, silencio! —no hablo de soledad—. ¿Será pecado querer vivir donde nadie ría, donde nadie hable, calma en la noche, sin ruidos al amanecer, sin ningún mar que se agite?

Ojalá hicieras llover silencio sobre mis cabellos secos, ojalá si permitieras... Me duele tanto el corazón, por tantas voces, por tantos ruidos... ¡Tan hermoso que es el silencio, donde me lanzo a pensar palabras, donde me duermo —que es mi alimento—, donde se reza, donde se ama!

Dame silencio, Señor, no hablo de soledad. Dame la paz y su presencia... ya que amo a quien amo porque calla.

GLORIA FUERTES