¡Santa María, Madre de Dios!
El Señor es mayor y ha hecho en ti maravillas.
Señor, una mujer de nuestro pueblo es tu madre.
Ella te llevó a su seno y te dio la vida;
ella te formó secretamente en el calor de su amor.
Tu corazón batió al ritmo de su corazón.
Porque ella dijo “sí”, su sangre corre por tus venas.
Gracias a esta mujer humilde, tú eres hoy de nuestra familia
y en ella nosotros somos familia tuya, es decir, familia de Dios.
María,
Madre de Jesús y Madre nuestra, Madre de la Iglesia,
en ti los hombres hemos contemplado el rostro de Dios;
para que confiaras en su palabra, ha venido el Salvador a nuestro mundo.
Nos encontramos en tiempos de Adviento. Tú eres la corona más preciada de este tiempo.
Llévanos pronto a tu hijo Jesús en el pesebre de nuestro corazón.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.