Tengo 18 años y acabo de nacer

Tengo 18 años y acabo de salir de un ambiente de esclavos. Mis ídolos eran el alcohol, la droga, el sexo, la música electrónica, la velocidad... Vivía como muchos de mis "colegas": completamente perdido. Una mañana, después de una larga noche de ruido y alcohol, me sentía completamente atrapado. Salí de una discoteca en la parte alta de Barcelona hacia las cinco de la mañana y, como no llevaba ni un euro, empecé a caminar. Calle arriba, calle abajo, llegué a una gasolinera por si encontraba a alguien que me llevara al centro. Al lado había unos jardines y, al fondo, con una pequeña luz, lo que parecía una iglesia. Me dijeron:

—Son los capellanes. Se levantan temprano y cantan.

La cosa me pareció psicodélica. Como no tenía nada que hacer y no se veía a nadie, entré en la iglesia. Estaba desierta. Solo había siete u ocho capellanes, con algunas personas más. En ese momento no cantaban, estaban en silencio y escuchaban a alguien que leía estas palabras:

—Si un hombre de entre vosotros tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en un lugar seguro y va a buscar la perdida hasta que la encuentra?

Me pareció alucinante. ¿De qué iban esos "tíos"? Después de un rato de silencio, empezaron a cantar de nuevo. Era un canto dulce que relajaba. No me moví, me sentía bien allí.

Al final, me acerqué a uno de los capellanes. Era joven y bien plantado. Le pregunté qué quería decir eso de la oveja perdida. Él respondió que precisamente se trataba de mí: yo era la oveja perdida que Cristo había venido a buscar. No me lo podía creer: veía visiones.

Cuando volví a casa, no tenía sueño. ¿Qué había pasado? Todo mi yo era un revoltijo de sentimientos contradictorios, pero tenía una sensación de paz indescriptible. Esa mañana fue para mí una mañana de Pascua. ¡Cristo había comenzado en mí un proceso de conversión! Ahora, que he crecido un poco en la fe, cuando lo recuerdo, me acerco a mi novia y le doy un beso en la frente. Ambos vamos a la iglesia para escuchar la Palabra de Dios, compartir nuestra fe con el grupo y orar.

Tengo 18 años y acabo de nacer. Ahora soy el hombre más feliz del mundo.