“El amor es paciente, y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia.
No es grosero, ni egoísta; no se irrita ni lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, si no que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta.
El amor no pasa jamás. Desaparecerá el don de hablar en nombre de Dios, cesará el don de expresarse en un lenguaje misterioso, y desaparecerá también el don del conocimiento profundo. Porque ahora nuestro saber es imperfecto, como es imperfecta nuestra capacidad de hablar en nombre de Dios; pero cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto. Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño. Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfectamente, entonces conoceré como Dios mismo me conoce.
Ahora subsisten estas tres cosas: la fe, la esperanza, el amor, pero la más excelente de todas es el amor”.