“Había una vez un campesino, amante de la tierra y de su trabajo. Ya era anciano. No era rico, pero trabajando duro había logrado comprar una hermosa viña que le proporcionaba lo suficiente para vivir holgadamente con su familia.
Con mucho esfuerzo había criado tres hijos sanos y robustos. Pero precisamente aquí estaba el tormento: los tres muchachos no mostraban, de ningún modo, compartir la pasión del padre por el trabajo del campo.
Un día el campesino sintió que estaba por llegar su última hora, Por lo tanto, llamó a sus muchachos y les dijo: “Hijos, debo revelaros un secreto: en la viña está escondido un tesoro que bastará para que viváis felices y tranquilos cuando yo haya muerto. Buscad este tesoro, y divididlo entre vosotros como buenos hermanos”. Dicho esto expiró.
Al día siguiente los tres hijos bajaron a la viña con azadones, palas y rastrillos, y empezaron a remover profundamente la tierra. Buscaron por días y días, porque la viña era muy grande y no se sabía dónde el padre había escondido el tesoro del que les había hablado.
Al final, se dieron cuenta de haber labrado toda la tierra, sin haber encontrado algún tesoro.
Quedaron muy desilusionados. Sin embargo, después de algún tiempo, comprendieron el significado, de las palabras de su padre: de hecho aquel año la viña dio cantidad enorme de espléndidas uvas, porque había estado bien cuidada y trabajada. Vendieron la uva y obtuvieron muchos rublos de oro, que después dividieron fraternalmente, según la recomendación del padre. Y desde aquel día comprendieron que el más grande tesoro para la persona es el fruto de su trabajo.
(León Tolstoi).