“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará?. Para nada vale ya, sino para tirarla fuera y la pisen los hombre. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para taparla con una vasija de barro; sino que se pone sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están dentro de la casa. Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.