“Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Os aseguro que ellos ya han recibido su recompensa. Tú cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. Y al orar, no os perdáis en palabras como hacen los paganos, creyendo que Dios los va a escuchar por mucho hablar. No seáis como ellos, pues ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes de que vosotros se lo pidáis. Vosotros orad así: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy el pan que necesitamos; perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación; y líbranos del mal. Porque si vosotros perdonáis a los demás sus culpas, también os perdonarán a vosotros vuestro Padre celestial. Pero sino perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas”.