Los libros apócrifos, nos transmiten bastantes fantasías de la vida de la Virgen. Pero la Iglesia ha admitido una bella tradición: La Presentación de María en el Templo. Esta fiesta se celebra en Jerusalén en el siglo VI. En el siglo XI, estaba ya establecida en el Oriente cristiano. En 1371, se introdujo en la corte pontificia de Aviñón. En 1585, Sixto V la puso definitivamente para toda la Iglesia.
La presentaron sus padres, a los tres años. Más allá de esta experiencia de vivir, rezar y servir en el templo queda un detalle que refleja el evangelio: la gente, admirada de lo que se hablaba de Jesús decía: “¿Pero éste no es hijo de María y de José el carpintero?. Y estaban muy extrañados, porque su madre era una mujer sencilla que vivió siempre, no solo en el Templo cuando niña, en la presencia de Dios.