San Patricio. Misionero.

Había nacido en Escocia (387-465), en un pueblo que aún hoy lleva su nombre, Kilpatrick. Unos piratas entraron en su pueblo, saquearon las casas, cogieron a los jóvenes y los vendieron en Irlanda. Patricio era uno de ellos. Esclavo, sintiendo el hambre, la desnudez y los malos tatos, vivió Patricio de pastor hasta los 20 años. Cuando pudo se escapó.

    Pasó el tiempo y  llegó a su tierra. Después entró en Francia, llegó a Roma y el papa Celestino le encomendó la evangelización de Irlanda. Era ya obispo y tenía 46 años. Al entrar en la isla lo querían linchar, pero con la fuerza de su palabra fue convenciendo a todos sus vecinos, hasta convertir aquella tierra en una isla de santos. Organizó parroquias, ordenó sacerdotes, formó comunidades, creó escuelas. Se las pasó muy mal. Diez veces lo cogieron preso y lo encadenaron. Eran frecuentes los atentados contra su vida, pero siempre salía a flote. No sólo convirtió aquellos pueblos, sino que los civilizó cultivando en ellos las bellas artes y la cultura.

    Murió después de haber edificado 365 Iglesias, consagrando otros tantos obispos, ordenando 3000 presbíteros. Se cuentan de él asombrosos milagros.